La importancia de la estructura ecológica principal en el medio ambiente
Más allá de la formulación y/o entrada en rigor del POT, el ordenamiento territorial debe contemplar aspectos clave que se refieren a la relación entre el desarrollo urbanístico y el medio ambiente. A esto se refieren las llamadas estructuras ecológicas, herramientas que articulan el desarrollo de los territorios tomando en consideración los recursos naturales y las áreas verdes.
Es claro que la evolución y crecimiento de las ciudades suele poner en riesgo el ecosistema, razón por la cual las administraciones distritales, departamentales y nacionales deben propender por mantener un equilibrio entre la expansión de las urbes y el mantenimiento de las áreas verdes a través de las estructuras ecológicas. Y aunque parezca lógico que se deban considerar ambos aspectos, en la práctica vemos cómo se impactan los pulmones o reservas aledañas a los asentamientos urbanos en procura de abrirles espacio a construcciones de cualquier índole: proyectos de vivienda, bodegas industriales, hospitales, centros comerciales… y hasta ciclorrutas. Ese es, justamente, uno de los aspectos que deben cuidar los nuevos Planes de Ordenamiento Territorial junto con las estructuras ecológicas.
No podemos desconocer que ya hemos dado pasos en la dirección correcta, como destinar zonas específicas para propósitos industriales y comerciales, de la misma forma que se han preservado humedales y parques, pero aún falta por establecer políticas claras en consenso con la comunidad, de manera que no se vulneren los intereses comerciales ni las reservas naturales. Es, en definitiva, respetar una estructura ecológica principal que rija sobre todos los territorios.
Esta herramienta es la hoja de ruta, una suerte de guía para las administraciones, de manera que puedan monitorear y gestionar las disposiciones ambientales como instrumentos del ordenamiento territorial. Asimismo, podrán empoderar a las autoridades ambientales para velar por la conservación, restauración y uso sostenible de las áreas verdes.
En este escenario, el Instituto Humboldt y el Ministerio de Ambiente son actores claves; tienen a potestad de vincular a otras entidades ambientales e interactuar con la comunidad.
Un claro ejemplo de ello fue la jornada adelantada en la localidad de Puente Aranda, en Bogotá, en el año 2020. Con la participación de la comunidad y la Secretaría Distrital de Planeación, se establecieron estrategias ambientales para las zonas industriales (tan propias del sector), uso del suelo y la regulación de las construcciones, entre otros aspectos, de cara a preservar la estructura ecológica principal. Todo ello como “insumo” y diagnóstico para el POT, tema del que venía hablándose y que, finalmente, quedó sancionado por la alcaldesa de Bogotá.